Cómo afrontar el terrorismo desde una perspectiva budista (III)

En este tercer fragmento deInterconectados. Abrirnos a la vida en la sociedad global, el XVII KARMAPA prosigue su explicación acerca de las vías que el pensamiento y la práctica budista exploran para afrontar problemas humanos y sociales tan graves, violentos y complejos como el terrorismo.

Mientras que en el fragmento anterior el autor sugiere explorar las posibilidades de nuestra capacidad empática con los otros seres humanos, este tercer fragmento –que cierra la reflexión del líder tibetano– apunta hacia el modo en que la empatía da paso a la compasión, la cual solo se puede sostener en el tiempo gracias al coraje. Porque como afirma Ogyen Trinley Dorje en Interconectados, el coraje es la raíz fundamental para que las circunstancias concretas, por muy extremas y dolorosas que sean, no arrastren nuestra firme y decidida compasión hacia la solución del problema.

«La compasión penetra directamente en tu corazón. No existe mucha sensación de sujeto y objeto, y poca separación. Somos casi una persona con el otro.»

Ogyen Trinley Dorje

De la empatía a la compasión

Como ya he dicho, la empatía no requiere que excuses lo que otros hacen, o que lo justifiques. Solo te proporciona cierta comprensión acerca de por lo que están pasando. Con empatía puede quedar cierta sensación de separación cuando la otra persona está ahí, y tú reconoces, desde donde estás, lo que siente o está experimentando. Sujeto y objeto son distintos o incluso están distantes; por el contrario, la compasión te acerca. La compasión profundiza más que la empatía y te implica más

A través de la compasión sientes como si esa distancia desapareciese e imaginas que en realidad eres la otra persona; es como si ocupases su lugar. Tú y la otra persona os habéis convertido casi en una única persona. Puedes sentir el sufrimiento del otro y desearle que se libere de él, con la misma intensidad o incluso más que la suya. Puedes desear, y de hecho querer hacer, lo que sea necesario para aliviar su sufrimiento.

La compasión es, pues, más comprometida y mucho más activa que la empatía. La comprensión emocional que nos proporciona la empatía es ciertamente importante, pero con compasión puedes entrar en la situación con el cuerpo, la palabra, el corazón y la mente. Puedes cruzarte con alguien en la calle y sentir cierta empatía, pero la compasión te frena en seco; tira de ti y se traduce con mucha mayor rapidez en acción.                               

Podemos empezar con una comprensión básica acerca de que, en general, todos los seres que tienen la capacidad de sentir dolor y alegría también desean la felicidad para escapar del sufrimiento. Tal vez, en principio sea algo más que una idea intelectual. Podemos tener una conciencia general de que los demás desean liberarse de sus problemas. No obstante, si la persona en cuestión es nuestro padre o nuestro hijo, no nos quedamos solo en una mera conciencia. La experiencia emocional es más intensa que con la empatía, y nos vemos empujados a hacer algo. Cuando hay compasión existe mucha más energía para actuar.

Aunque la empatía puede proporcionarnos la conciencia o la comprensión de lo que el otro está pasando, el otro de alguna manera continúa siendo «otro». La compasión penetra directamente en tu corazón. No existe mucha sensación de sujeto y objeto, y poca separación. Somos casi una persona con el otro. 

Acabar con la compasión espectadora

«La verdadera compasión conecta con la experiencia viva y quiere ir con la persona, sacarla del sufrimiento y llevarla hasta la meta final de la felicidad.»

Ogyen Trinley Dorje

Durante los atentados de la maratón de Boston vi imágenes de un joven con ambas piernas amputadas, con los huesos sobresaliendo, que estaba siendo asistido por un hombre mayor con un sombrero de vaquero.

Cuando observamos las imágenes desde una distancia segura, podemos sentir náuseas y descomponernos al ver esa herida. Esa compasión es una especie de compasión espectadora; es muy distinta de la compasión del hombre con el sombrero de vaquero. Este estaba totalmente concentrado en salvarle la vida al joven y no había lugar para sentir su propia angustia personal.

«Cuando estás totalmente conectado con la situación de otro y te sientes como si estuvieras en su lugar, diriges toda tu energía a encontrar alguna solución –detener la hemorragia, mantenerle tranquilo para que no sufra un shock, llevarle donde pueda recibir atención médica–, cualquier cosa que puedas hacer para proteger su vida y aliviar su dolor.»

Ogyen Trinley Dorje

Tus pensamientos y sensaciones están tan totalmente concentrados en afrontar y acabar con ese sufrimiento que solo experimentas el deseo de liberarle del sufrimiento. Tú en realidad no experimentas sufrimiento.

Para aquellos de nosotros que todavía nos encontramos en el nivel de la compasión espectadora –que a duras penas merece el nombre de compasión–, se asemeja más al hecho de mirar una fotografía. Es un tipo de «saber» sin sentir verdaderamente. Ahora bien, para la gente que siente verdadera compasión, resulta profundamente conmovedor. La verdadera compasión conecta con la experiencia viva y quiere ir con la persona, sacarla del sufrimiento y llevarla hasta la meta final de la felicidad.

Cuando la empatía que sientes por alguien a quien ves sufrir te supera y te llena de sufrimiento, es una señal de que no acabas de acercarte al otro. Sigues siendo un espectador del dolor de otro. Tu empatía todavía no es suficiente. Por ejemplo, ves a un hambriento mendigando comida; como espectador, siempre puedes mirar para otro lado o alejarte, pero la persona verdaderamente compasiva no puede dejar a la otra allí sufriendo. Siente que debe acompañarla, y si es necesario, hasta que encuentre comida. No puede alejarse de su hambre.

«Esa es la ironía de la compasión: cuando tu conciencia del sufrimiento de los demás no es más que mero conocimiento sin una implicación afectiva total, puede causarte daño o angustia. Una vez que conectas por completo con los sentimientos, esa angustia desaparece.»

Ogyen Trinley Dorje

A fin de fomentar el cultivo de la compasión, también podemos cambiar hacia dónde dirigimos nuestra atención. Esa es otra condición interior que podemos trabajar. Como ya describí en mi libro anterior, El corazón noble, el foco de nuestra compasión no debe reducirse al sufrimiento en sí mismo, sino que debe incluir a la persona que sufre. Si nuestra atención está totalmente ocupada con el sufrimiento, perdemos de vista a la persona misma y caemos presos de una sensación de impotencia ante la perspectiva de tener que eliminar los problemas que se ciernen amenazadores sobre nuestra conciencia. Cuando estamos conectando con la persona por su dolor, ni siquiera consideramos la opción de rendirnos y abandonarla en ese estado.

El coraje es la raíz de la compasión

el xvii Karmapa, Ogyen Trinley Dorje.

«Cuentas con la imaginación para ver al otro libre y feliz, y ese es el objetivo que tienes en mente.» 

Ogyen Trinley Dorje

El elemento del coraje es esencial para reforzar la empatía. Esta puede quedarse ahí, impotente, pero la compasión no deja que te sientas superado o impotente frente al sufrimiento que presencias. La compasión implica que cuentas con una aspiración fuerte y, de hecho, con una firme resolución para hacer algo que acabe con el sufrimiento.

El coraje es la raíz de la compasión. Con compasión necesitas ser capaz de visualizar el objetivo final: la felicidad que quieres que el otro alcance. No es cuestión de que cuando sientas compasión solo veas sufrimiento y dolor, y no puedas ver nada más allá de eso. Cuentas con la imaginación para ver al otro libre y feliz, y ese es el objetivo que tienes en mente.  

Con compasión, el resultado –felicidad– está presente ante ti, como una línea de llegada. En una carrera puedes sentirte cansado físicamente, pero tu determinación te ayuda a no detenerte hasta alcanzar tu objetivo final. Te apoya la alegría ante la perspectiva de alcanzar la meta.

  • Leer Cómo afrontar el terrorismo desde una perspectiva budista (I)

  • Leer Cómo afrontar el terrorismo desde una perspectiva budista (II)

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