El Dharma y la muerte en el budismo

Si lo vamos a dejar todo atrás, ¿qué es lo que importa en el momento de la muerte? Responde a la pregunta desde la perspectiva budista el Lama Zopa Rimpoché, centrándose en la importancia del no apego y de llevar una vida virtuosa ante la incertidumbre de cuándo puede llegar nuestro momento final en esta vida.

Fragmento de su libro Las cuatro nobles verdades. Una guía para la vida cotidiana.

Cuando la muerte ocurre, nuestro cuerpo ya no sirve de nada. La familia, los amigos y las posesiones tampoco pueden evitarla. Incluso si tenemos zapatos que pueden durar cien años, en el momento de la muerte nos marchamos descalzos. Aunque los mejores médicos del país rodeen nuestro cadáver, no pueden hacer nada frente a la muerte.

Nada mundano puede ayudar. Hemos dedicado tanta atención a nuestro cuerpo, mucho más de la que hemos invertido en otras personas. Hemos estado dispuestos a dañar a otros para beneficio de nuestro cuerpo, pero en el momento de la muerte, debemos dejar este cuerpo atrás. No lo podemos cargar con nosotros y llevárnoslo con nosotros a la vida futura; ni siquiera el más nimio de los filamentos del pelo de nuestro cuerpo, ni siquiera el más pequeño de los átomos.

Las acciones positivas, o buen karma, son las únicas cosas beneficiosas que tenemos a disposición en el momento de la muerte para llevarnos con nosotros a nuestras vidas futuras. Si hemos practicado el Dharma, si hemos trabajado para superar los engaños, practicado el buen corazón, purificado las acciones negativas, entonces las impresiones positivas resultantes y el buen karma son la única ganancia que podemos cargar a la vida futura y disfrutar. No hay otra cosa para llevar con nosotros en nuestro viaje. Ninguna ganancia mundana puede llevarse al futuro, solo el buen karma y las acciones positivas.

Las personas corrientes atraviesan el momento de la muerte con mucho miedo y preocupación. Por consiguiente, mueren con una mente negativa, lo cual resulta en renacimientos en reinos de sufrimiento. Por el contrario, deberíamos viajar a través de la muerte sin miedo, y morir con una mente feliz y serena. Solo el Dharma puede ayudarnos para que nuestra mente sea intrépida frente a la muerte.

Para los lamas que han alcanzado los más elevados niveles espirituales, la muerte es una gran dicha, como regresar al hogar. La mente del meditador medio, por su parte, está serena y feliz en el momento de la muerte. Incluso el practicante de nivel inferior, si ha intentado a lo largo de su vida entender el Dharma y vivir de forma ética, en el momento de la muerte experimenta únicamente un pequeño pánico o angustia. En cualquiera de estos modos favorables, lo que cuenta en el momento de la muerte es si hemos vivido y practicado el Dharma con sinceridad.

A medida que se aproxima la muerte de una persona, y en el momento mismo de la muerte, el mayor obstáculo es el apego. Si los últimos pensamientos de la persona moribunda son de apego, sea dirigido hacia su familia o hacia sus posesiones, es más difícil que pueda experimentar una muerte serena y, por lo tanto, es más probable que renazca en los reinos inferiores de sufrimiento.

Una analogía puede ayudarnos a explicar esto: para hacer una masa de pan mezclamos harina, agua y levadura. La levadura se activa por la humedad cuando mezclamos el agua y la harina. La humedad, en contacto con la levadura, causa que la masa suba.

De la misma manera, cuando el apego se activa, el malestar crece y emerge cierta clase de tensión en la mente. Esta tensión es un enorme obstáculo que surge dolorosamente en la consciencia. Si esto ocurre en el momento de la muerte de la persona, incluso si ha estado creando algún buen karma a lo largo de esta vida, la mente negativa de apego activará cualquier impresión kármica negativa que la persona haya acumulado, e impulsará la consciencia a los reinos de sufrimiento. Por lo tanto, la naturaleza del renacimiento está estrechamente vinculada con el pensamiento final en el momento de la muerte. El pensamiento final actúa como un catalizador que dispara la correspondiente impresión kármica acumulada y conduce a la consciencia al próximo reino de renacimiento, superior o inferior.

Para evitar el renacimiento en realidades inferiores de sufrimiento, necesitamos haber vivido virtuosamente, purificado nuestras acciones negativas, y haber convertido nuestros últimos pensamientos en virtuosos.

Podemos pensar: «Oh, puedo hacer esto. Sé cómo pensar virtuosamente en el momento de la muerte». Pero se trata de algo muy difícil. Cuando ocurre un terremoto o cuando una crisis inesperada se produce, por lo general somos incapaces de lidiar con nuestra mente. No podemos pensar virtuosamente en esos momentos porque la angustia y el miedo se apoderan por completo de nuestra consciencia. Por lo tanto, hay muy pocas posibilidades de que podamos convertir en virtuosa a la consciencia durante el tránsito mucho más estresante de la muerte, a menos que nos hayamos habituado a vivir una vida virtuosa. ¿Podemos decir de verdad que hemos vivido virtuosamente?

Por lo tanto, cuando ocurra la muerte será muy difícil que podamos decir: «Oh, puedo pensar virtuosamente». Para hacer a la mente capaz del pensamiento virtuoso en el momento de la muerte, necesitamos de un entrenamiento mental anterior. El entrenamiento mental incluye vivir cotidianamente de manera ética, generar méritos y purificar negatividades. En particular, resulta útil que meditemos sobre los defectos del samsara, sobre la transitoriedad y la muerte, y sobre los engaños y sus antídotos, todo lo cual ayuda a eliminar los apegos. Estas son las meditaciones diarias más poderosas con las cuales podemos entrenarnos para controlar nuestra mente. En el momento de la muerte debemos, al menos, recordar un objeto de virtud como el Gurú Buda Shakyamuni.

¿Qué dura más, nuestra vida actual o todas nuestras vidas futuras? El sufrimiento que experimentamos en esta vida no es nada comparado con el que experimentaremos en las vidas futuras. Por lo tanto, es muy importante que demos los pasos necesarios para detener el sufrimiento futuro, en vez de tratar de aliviar exclusivamente el del presente o el de los próximos cinco o diez años.

No tiene mucho sentido enfocarnos en la prevención de un breve período de sufrimiento presente, en lugar de detener todo el sufrimiento futuro. Incluso si deseamos detener nuestro sufrimiento presente, la manera más eficiente de hacerlo es a través del Dharma. Es sumamente valioso que nos enfoquemos, primero, en las vidas futuras, porque el final de esta vida y el comienzo de la siguiente es incierto, mientras que es cierto que el futuro será largo. La muerte puede ocurrir en cualquier momento: quizá este año, este mes, esta semana, esta noche, antes que acabe la siguiente hora; no lo sabemos. Por ese motivo, resulta inteligente por nuestra parte no retrasar la preparación para lograr la felicidad última de las vidas futuras.

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