La comprensión clara en el mindfulness según el monje Bhante H. Gunaratana

El monje budista cingalés y reconocido maestro de meditación Bhante H. Gunaratana analiza aquello que necesitamos para alcanzar, a través de la práctica del mindfulness, una comprensión clara y sin turbaciones en nosotros mismos.

El autor de Los 4 fundamentos del mindfulness nos invita en este fragmento del libro a encontrar la comprensión clara y comienza con un relato clásico que contaba Buda en sus enseñanzas.

Cuando el Buda explicaba el significado del dominio, uno de los aspectos de la comprensión clara, relató la siguiente historia:

—Hay, bhikkhus, en el Himalaya, el rey de las montañas, lugares escabrosos, inaccesibles, donde ni los monos ni los seres humanos se adentran. Hay también lugares escabrosos, inaccesibles, donde los monos se adentran, pero los humanos no. Hay asimismo lugares deliciosos y llanos, frecuentados tanto por monos como por humanos. Allí, en los lugares que visitan los monos, los cazadores colocan recipientes untados con resina pegajosa.

»El mono que no es estúpido ve el recipiente de lejos y lo evita. Pero el mono estúpido agarra el recipiente con la mano y se queda pegado en él. Pensando: “Liberaré mi mano”, el mono agarra el recipiente con su otra mano. Pensando: “Liberaré ambas manos”, agarra el recipiente con el pie. Pensando: “Liberaré mis dos manos y mi pie”, lo agarra con el otro pie. Pensando: “Liberaré las manos y los pies”, aplica también su hocico al recipiente.

»Entonces el mono empieza a gritar, atrapado por cinco puntos. Se ha encontrado con la calamidad y el desastre, y ha quedado a merced de los deseos del cazador. Así pues, bhikkhus, cuando uno se aventura fuera de su propio dominio en el dominio de otros...

»¿Cuál es el dominio de otros? Son las cinco cuerdas del placer sensual...

»¿Y cuál es, bhikkhus, nuestro propio dominio? Son los “cuatro fundamentos del mindfulness”».

La comprensión clara según Bhante H. Gunaratana

Esta historia ilustra un elemento esencial del mensaje del Buda: cada calamidad o desastre que experimentamos se inicia en nuestras propias acciones imprudentes. Si queremos poner fin a nuestro sufrimiento, debemos observar cuidadosamente las actividades de nuestro propio cuerpo y mente. Este es el laboratorio donde debemos trabajar muy duro.

Dotados de las herramientas del mindfulness y de la comprensión clara, investigamos nuestro cuerpo, sensaciones, percepciones, pensamientos y consciencia, aunque no como lo haría un biólogo, un químico o un patólogo, sino más profundamente, como un meditador cuyos objetivos son la ética, el desarrollo espiritual y la visión profunda. En cada actividad, ya sea que estemos sentados, de pie, caminando, acostados, hablando, comiendo o meditando, el mindfulness y la comprensión clara cooperan para ayudarnos a ver que cualquier cosa que experimentamos es temporal y, por tanto, nunca puede aportarnos satisfacción permanente. Además, aunque creamos que entendemos perfectamente lo que ocurre, a menudo estamos confundidos y engañados.

Entonces, ¿qué es la comprensión clara?

Tradicionalmente, esta presenta cuatro aspectos: propósito, idoneidad, dominio y no engaño. En esencia, propósito significa que existen buenas razones para que nos impliquemos en una actividad. Idoneidad quiere decir que la actividad cumple dicho propósito. Dominio, como hemos visto en la historia del mono imprudente, significa que la actividad se desarrolla dentro de unos límites apropiados. Por último, el no engaño supone que, mientras llevamos a cabo la actividad, investigamos si entendemos claramente lo que en verdad está sucediendo.

Propósito. Cuando hacemos algo, tenemos, por lo general, un propósito en mente. Vamos a una tienda concreta para comprar un artículo que nos hace falta. Nos reunimos con alguien para hacer negocios, conversar o compartir una comida. Pero, cuando llevamos a cabo la meditación mindfulness, nuestro propósito no es ordinario, como ir al supermercado o a la oficina. Por el contrario, nuestro objetivo es algo muy específico y sumamente especial. Según el Buda, practicamos la meditación para:

• Purificar la mente.

• Superar el sufrimiento y la lamentación.

• Poner fin al desconsuelo y la desesperación.

• Avanzar por el sendero que conduce a la liberación.

• Alcanzar la liberación y el final del sufrimiento.

Veamos cada uno de estos puntos para entender lo que quiere decir el Buda.

Purificar la mente. El primer propósito de la meditación es la purificación. La atención plena poderosa se puede comparar con un detergente. Así como debemos lavar un plato sucio antes de poder utilizarlo para comer alimentos sanos, debemos limpiar los estados mentales impuros, como el odio, la codicia y el engaño, antes de poder desarrollar estados puros, como la generosidad, el amor‐amistad y la sabiduría.

El Buda compara este proceso con lo que sucede cuando teñimos una tela: «Oh, bhikkhus, al igual que, cuando se tiñe de azul, amarillo o rojo una tela impura y manchada, esta adquiere una mala tonalidad y un color impuro porque la tela es impura y está manchada, de la misma manera, cuando la mente está contaminada, solo podemos esperar cosechar un mal estado. Así como cuando un paño puro y sin manchar se tiñe de azul, amarillo o rojo, adquiere un color puro y un tono brillante, si la mente es pura, podemos esperar un buen estado de ánimo». Como afirma el sutta, cuando la mente del cabeza de familia Upali había sido purificada para que estuviese dispuesta, receptiva, exultante y confiada, el Buda le enseñó las «cuatro nobles verdades»:

Así como un paño limpio del que se han eliminado todos los rastros será teñido de manera uniforme, así también, mientras el cabeza de familia Upali se hallaba aquí sentado, surgió en él la impecable e inmaculada visión del Dhamma.

Entre los estados impuros que manchan la mente se incluyen la ira, la avidez, los celos, la duda escéptica hacia el Dhamma, el egoísmo, la terquedad y la negligencia. El mindfulness y la comprensión clara nos ayudan a eliminar estos hábitos mentales insanos y a reemplazarlos por el conocimiento del sendero del Buda y la claridad acerca de lo que debemos hacer, o no hacer, para avanzar a lo largo de dicho sendero.

Bhante H. Gunaratana.

Superar el sufrimiento y la lamentación. No meditamos para llorar o caer en la lamentación. Cuando surgen emociones aflictivas, utilizamos el mindfulness para encontrar el motivo. Y, a menudo, constatamos que nuestra infelicidad arraiga en el apego a alguna persona, posición, lugar o cosa. Cuando investigamos con cuidado, descubrimos: «Estoy apegado porque he olvidado que todo es transitorio y creo de manera insensata que el objeto de mi apego me reportará seguridad, placer o felicidad permanente».

En otras ocasiones, lloramos porque recordamos acontecimientos tristes o traumáticos, o bien el sufrimiento de otras personas. En este caso, lo que hacemos es tratar de emular el ejemplo del Buda. Aunque percibió con toda claridad el sufrimiento de miles de millones de seres, nunca derramó una sola lágrima, puesto que sabía que su dolor no podía hacer nada para aliviar el sufrimiento de aquellos. En su lugar, cultivó una atención plena inquebrantable y una ecuanimidad perfecta.

Desde un estado de equilibrio emocional, podemos percibir más fácilmente que las experiencias tristes del pasado ya han dejado de estar presentes. Además, cualquier cosa a la que estemos apegados hoy definitivamente terminará desapareciendo, sin previo aviso y sin que podamos hacer nada al respecto. Y lo mismo ocurre con las alegrías y los sufrimientos de nuestros semejantes. Sabiendo esto, nuestro sufrimiento y nuestra lamentación se desvanecen poco a poco. Entrenarse para afrontar esta realidad es el segundo propósito de la meditación del mindfulness.

Poner fin al desconsuelo y la desesperación. El desconsuelo y la desesperación son más persistentes que el sufrimiento y la lamentación, por lo que requieren un mayor esfuerzo para ser superados. A veces, si bien intentamos calmar la mente por medio de la meditación, no podemos eludir estas emociones. Aunque queremos olvidarlas y deseamos sinceramente no detenernos en ellas, siguen apareciendo.

Para ponerles fin, utilizamos el mismo entrenamiento mental que he descrito antes. Contemplamos la naturaleza transitoria de todo cuanto existe. Todas las experiencias pasadas ya han quedado atrás. Nada de lo que tenemos ahora puede proporcionarnos satisfacción para siempre. Todos nuestros seres queridos, todas las situaciones atractivas y todos los momentos agradables desaparecerán algún día. Nada de lo que hagamos impedirá que sucedan estos cambios. Estos pensamientos nos ayudan a ver que nuestra desesperación tiene un «origen dependiente», es decir, depende para su existencia de causas y condiciones que surgen, permanecen por un tiempo y luego desaparecen. Cuando utilizamos el mindfulness para entrenar la mente a aceptar esta realidad, estas emociones también se desvanecen poco a poco.

Avanzar por el sendero que conduce a la liberación. La cuarta razón para practicar el mindfulness es seguir el «noble óctuple sendero» del Buda, el único camino seguro a la liberación del dolor, la lamentación, el desconsuelo y la desesperación. Explico más cosas acerca de este óctuple sendero en la sección referente al mindfulness del dhamma, pero, en síntesis, estos ocho pasos constituyen una guía completa para llevar una vida basada en la comprensión, el pensamiento, la palabra, la acción, el sustento, el esfuerzo, el mindfulness y la concentración correctos.

En el contexto de los propósitos especiales de la meditación, es importante reconocer que es imposible separar la práctica de la atención plena y el sendero del Buda que conduce a la liberación. Aunque algunas personas puedan decir que el vipassana y la meditación de la visión profunda no tienen nada que ver con el budismo, esto no es cierto. A medida que nuestra práctica se profundiza y la mente se vuelve cada vez más pura y limpia, no podemos dejar de percibir la conexión existente entre la meditación y cada uno de los pasos que componen el «noble óctuple sendero» del Buda.

Alcanzar la liberación y el final del sufrimiento. El propósito último de la meditación es liberarnos del sufrimiento interminable de esta vida y de las vidas futuras. La liberación es la meta suprema de la meditación de la atención plena; todo lo demás tiene un carácter periférico y efímero. Un practicante serio alberga en su mente este propósito en todo momento, ya sea sentado, caminando, de pie, comiendo, bebiendo, hablando, observando el silencio, duchándose o ¡utilizando el baño!

Mantener presente el elevado objetivo de nuestra práctica de la comprensión clara impide que terminen desviándonos nuestras preocupaciones triviales. Discutir si algún aspecto superficial de nuestra práctica es o no adecuado, nos hace perder el tiempo y nos distrae de nuestro auténtico propósito. Puesto que nuestra meta es nada menos que la liberación y el final del sufrimiento, debemos evitar las pegajosas trampas de la confusión y enfocarnos en el objetivo supremo de la práctica. Cuando así lo hacemos, nuestra práctica del mindfulness rinde frutos muy rápidamente.

Anterior
Anterior

El politeísmo espumoso en un mundo volátil, por Francesc Torralba

Siguiente
Siguiente

Ken Wilber y la importancia de las estructuras de conciencia en la espiritualidad